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DISCURSO DE ACEPTACIÓN DE LA MEDALLA AL MÉRITO CÍVICO Y COMUNITARIO, IMPUESTA POR EL CONCEJO MUNICIPAL DE PEREIRA, EN EL SESQUICENTENARIO DE LA FUNDACIÓN DE LA CIUDAD
Por CARLOS HUMBERTO ISAZA
(30 de agosto de 2013)
Desde todos los confines de los Andes, se divisa majestuosa la silueta de una ciudad asentada en el lomo de una montaña que sirve de suelo a este pueblo que la llena, por igual, de orgullo, de vanidad y de vergüenza, y que le da sustancia al verbo de Luis Carlos González[1]’:
“Porque se volvió ciudad,murió mi pueblo pequeño.
En esta, la ciudad de Valeriano Marulanda, de Valentín Deaza, de Jesús María Hormaza, de César Gaviria, de Luis Carlos González, de Gonzalo Vallejo, de Octavio Mejía, de Marceliano Ossa, de Germán Gaviria, de José Domingo Escobar, de Alfonso Hurtado, de Rita Arango, de Hernán Ramírez, de Alfonso Jaramillo, de Manuel Mejía, de Jorge Roa, de Guillermo Ángel, de Rafael Cuartas, de Gilma Gómez, de Javier Ramírez, de Alberto Mora, de Hans Drews, de Lucy Tejada, de Emiliano Isaza, de Jaime Escobar, de Hugo Ángel, de Aquilino Bedoya, de Deogracias Cardona, de Alberto Mesa, del Bolívar Desnudo, del Ballet Michua, del Matecaña, del Deportivo Pereira, del Rincón Clásico, de Egoyá, del Otún, del Consota, del Alto del Nudo, de Arracacho, de Guspelao, de las retretas en la Caseta del Lago… en fin, la de esa gente, esos lugares y esas cosas… que ahí están, en mezcla heterogénea, en hipotético similar al del divino poeta repartiendo sinos, bajo el inclemente veredicto: ‘por sus frutos los conoceréis’.
Su recuerdo perdura en nuestras mentes y desfila por el subconsciente colectivo en un viaje, ya sesquicentenario, pero perenne.
Unos muertos… otros, nostálgicas referencias, y otros vivos … A aquellos, mi venia reverente, porque frente a las tumbas solo valen las cabezas inclinadas. A los de allí, mi evocación melancólica. Y a estos, mi tributo de admiración y de respeto.
A diferencia de mis compañeros, la distinción con la que me honra el Concejo de Pereira tiene un significado estrictamente subjetivo: es la exaltación a quien no exhibe mérito equiparable a los que hicieron grandes a nuestros mayores. Mis realizaciones, pocas o muchas, solo corresponden al laborioso desempeño en los cargos que me han encomendado.
Invocando el beneficio de la duda, debo pensar que la razón que pudo inspirar a esta Corporación, en su sesquicentenario, a imponerme la insignia que me llena de orgullo, fue el haber reconocido el ejercicio, durante lustros ya, de una especie de conciencia crítica del acontecer de una ciudad que, si bien, ha vivido momentos fulgurantes, también ha transitado otros que la han avergonzado ante propios y extraños.
La experiencia ha demostrado que un buen gobierno local es capaz de proyectar a una ciudad por la senda de la prosperidad; en tanto que una infortunada administración frena su desarrollo, aumenta la brecha social, e incuba los gérmenes de la intolerancia y de la miseria.
No obstante los innegables avances, algunas de las administraciones del último cuarto de siglo le han infligido daño a Pereira, le han frenado su desarrollo, y han hecho de una ciudad que, hasta hace poco se disputaba el quinto lugar en importancia nacional, la duodécima, superada por Soledad y por Soacha, y con la triste perspectiva de serlo por Villavicencio, antes de un año.
No obstante, quiero resaltar la decisión de esta Corporación, que ha adoptado la determinación de marcar reflexiva distancia, en una conducta que manda alentador mensaje a una comunidad que había llegado a los límites de la desesperanza, frente al poder concebido como instrumento de simonía, aplicado sin recato y sin vergüenza.
De una ciudad que conoció en el ejemplo de Valeriano Marulanda las leyes de la decencia; que aprendió de Octavio Mejía el decoro en la conducción de los destinos públicos; que recibió de Gonzalo Vallejo y de Germán Gaviria cátedra de pudor en el manejo del erario, y que con Juan Guillermo Ángel, hizo la práctica del buen gobierno; de esa Villa austera y recatada en lo público -aunque trasnochadora y morena-, fuimos pasando a un modelo de ciudad diferente; en la que por cuenta de la malicia consentida, llegamos al escenario del ‘todo vale’, en el que se trastocaron los valores edificados en ciento y más años de decencia; se arrasó con lo que era transparente y digno, y trataron de imponerle a este pueblo, que es irreductible y rebelde, la ley del soborno, del saqueo y del estupro.
Oponernos a ello! … alzar el grito contra ello! … clamar por un futuro respetable, es el único adorno de mi espíritu, que pueda justificar esta merced.
Allí es donde adquiere dimensión la actitud que no ha ofrecido tregua, transacción o complacencia, para decir, como Álvarez Hidalgo:
“Sus sátiras bruñidas y punzantes.espadas son, forjadas en Toledo. (…)Su acusadora voz fue desterrada,pero siguió elevándose en el viento,alejada, quizás, no silenciada.”[2]
Señoras y Señores: … si alguna expresión recoge en síntesis perfecta la aspiración colectiva en todos los confines del orbe, es la palabra justicia.Y, si un gran dolor acongoja a nuestra patria, es el que le provoca la degradación de su justicia, contaminada por una fracción infame que, prevalida de su majestad y de su poder, la usa para corromperla, cual cortesana, en busca de quien pague su precio. Una justicia a la que, indulgentemente ilustra -con jocoso dramatismo- la rima anónima hallada en una celda:
“Aquí, por justa sentencia,yace un ladrón vergonzante,que no robó lo bastante,para probar su inocencia.”[3]
¡Las recientes encuestan son tan elocuentes, que nos llenan de temor y de vergüenza!
Impulsados por el civismo que siempre ha sido motor y fortaleza de esta tierra, hace más de seis décadas, nuestros visionarios mayores construyeron un aeropuerto, motivo de orgullo para los pereiranos e insumo esencial para nuestro desarrollo.
Lo hicieron, para adelantarse al futuro y para contribuirle a la nación con la prestación de un servicio de su cargo; pero nunca imaginaron que haberlo hecho por su cuenta se convertiría en la talanquera que durante décadas sería el pretexto para que la nación lo abandonara a su suerte, pese a ser el aeródromo por el que se moviliza el 70% de los pasajeros del Eje Cafetero y el Norte del Valle.
El aeropuerto Matecaña siempre va a estar en Pereira. De aquí no se irá sin desgarrar la entraña de los pereiranos. Pero es necesario que la nación lo sienta como un aporte a sus deberes y no como una carga para sus presupuestos. A la Ministra Cecilia Álvarez nuestro reconocimiento. Ella ha hecho un gran esfuerzo, que todos le agradecemos y que será, quizá, el mejor aporte del actual gobierno a esta región. Pero necesitamos que sea incorporado a los presupuestos anuales de la Aeronáutica, para garantizar que sea moderno, eficiente y seguro, y que le siga brindando un gran servicio a los colombianos.
El Parque Temático de Flora y Fauna es una realidad que va a contribuir a consolidar el eje turístico de esta región, que constituye el segundo destino nacional. Ese parque es una aspiración regional. Debemos alcanzar un compromiso de la nación con su desarrollo, porque él no solo será un atractivo turístico, sino, también, una fuente importante de empleos y un dinamizador de las actividades conexas al mismo.
El café, esa bendición que durante décadas impulsó la economía nacional; que permitió que centenares de hogares dedicados a su explotación tuvieran unas vidas dignas; que dio las pautas para edificar el criterio de solidaridad y de redistribución de la riqueza; hoy está sometido a los vaivenes de una economía inclemente. Abandonarlo a su suerte le hace daño a la nación; le ahonda la brecha de desigualdades, y constituye fermento de perturbación, de inestabilidad y de zozobra.
Honorables Concejales, mi agradecimiento infinito y mi reconocimiento sincero por las labores que realicen en bien de los destinos de Pereira. Todos sus actos quedarán grabados, con signos indelebles, en la historia de esta ciudad.
Señor Ex presidente Gaviria, a usted, que es mi mentor, mi compañero de labores y mi amigo de toda la vida, mi admiración y mi agradecimiento por su presencia. Toda palabra para referirme a sus cualidades, cae en la redundancia.
Señoras y Señores, muchas gracias por su presencia en este acto.Concejal Juan Pablo Gallo, reciba la manifestación de mi admiración por su condición humana, y mi exhortación para que siga cultivando esas virtudes de caballero en la política; aunque creo que debió dejarme decir, como el poeta,
“mira si mi virtud es suficiente,antes de comenzar tan ardua empresa”.
Muchas gracias.
Pereira, 30 de agosto de 2013