Un tipo mantecoso postrado en un lecho, sacándose grasa de su abdomen para hacer hamburguesas, que mostró El Tiempo hace unos días, como una ‘instalación’ o ‘performance’; una especie del ‘arte moderno’ que se viene abriendo campo en las galerías y en los museos, es pura mierda.
De un tiempo para acá, unos diletantes de pacotilla se han metido en el cuento de catalogar cualquier bagatela como arte. Y para darse ínfulas de tales, aparecen en todas las exposiciones, haciendo parte del coro de idiotas útiles que le rinden culto a cuantas payasadas o estupideces deciden rotular como ‘obras de arte’, a sabiendas de que son basura.
‘Una propuesta interesante’, es la muletilla de cajón que usan para justificar los bebedizos que les dispensan en los cocteles de los que son asiduos visitantes. ‘Una propuesta interesante’, para no ser tildados de insensibles o incultos ante las ‘nuevas corrientes artísticas’, cuando lo único que se les pasa por la mente es que se trata de sandeces exhibidas con el propósito de descrestar arribistas, incultos y pendejos.
Es lo más parecido al célebre cuento en el que todos los súbditos celebraban la belleza del traje invisible de un rey que se exhibía por las calle de su reino, y del que el único que atinó a decir que el rey estaba en pelota fue un niño que develó la realidad que todos los demás se empeñaban en ignorar, por congraciarse con el soberano: ¡el rey está desnudo! –dijo el niño–.
Todavía conservo el recuerdo de un charlatán que alguna vez hizo ‘un performance’ en el que aparecía en pelota, dentro de una ponchera en la que previamente había escurrido cincuenta docenas de huevos crudos. ¡No se imaginan las caras de un grupo de niños, al salir de su curso de arte en el momento en que el ‘artista’ de marras soltaba una carcajada sardónica, para llamar la atención de los presentes, sobre su desagradable figura! ¡Qué horror!
Cada quien –en un acto de honestidad con su conciencia– sabe que muchos de los adefesios que rotulan como ‘arte’ no son más que ‘mamaderas de gallo’ o el síntoma del advenimiento de una época de decadencia.
El arte es un concepto sublime. No la degradación a la que lo han querido llevar unos seudo artistas y peores entendidos, que no dudan en asignarle esa noble categoría a cuanto mamarracho ponen en un museo o en una galería montada para sacarle dinero a los nuevos coleccionistas, que lo son más por la capacidad de las extrañas fuentes de sus ingresos, que por la sensibilidad que alcanzan sus espíritus.
Para justificar los desaguisados –con el flujo inusitado de dinero de extraña procedencia– suelen aparecer ‘expertos’ que diseñan, construyen, decoran y venden sus ‘exquisitos gustos’ a los nuevos ricos que nos está dejando esta bonanza sin origen legal aparente en la que nos encontramos inmersos.
Los mismos que se hacen los de la vista gorda siempre y cuando el dinero ingrese a sus arcas, para luego rasgarse las vestiduras por el rumbo o el impulso que toman los acontecimientos. Acontecimientos a los que somos proclives, a pesar de tener un doloroso ejemplo reciente.
Es la práctica de la ley del ‘coma callado’, con la que una opulenta mujer, que cada noche llegaba cargada de joyas, viandas y billetes, silenciaba a su inope y resignado marido, cuando éste procuraba de ella una explicación.
¡Definitivamente, resultan marranos para todo!
16 de septiembre de 2006
ENTRE TU ARTE Y MI ARTE… PREFIERO MI ARTE
Un tipo mantecoso postrado en un lecho, sacándose grasa de su abdomen para hacer hamburguesas, que mostró El Tiempo hace unos días, como una ‘instalación’ o ‘performance’; una especie del ‘arte moderno’ que se viene abriendo campo en las galerías y en los museos, es pura mierda.
De un tiempo para acá, unos diletantes de pacotilla se han metido en el cuento de catalogar cualquier bagatela como arte. Y para darse ínfulas de tales, aparecen en todas las exposiciones, haciendo parte del coro de idiotas útiles que le rinden culto a cuantas payasadas o estupideces deciden rotular como ‘obras de arte’, a sabiendas de que son basura.
‘Una propuesta interesante’, es la muletilla de cajón que usan para justificar los bebedizos que les dispensan en los cocteles de los que son asiduos visitantes. ‘Una propuesta interesante’, para no ser tildados de insensibles o incultos ante las ‘nuevas corrientes artísticas’, cuando lo único que se les pasa por la mente es que se trata de sandeces exhibidas con el propósito de descrestar arribistas, incultos y pendejos.
Es lo más parecido al célebre cuento en el que todos los súbditos celebraban la belleza del traje invisible de un rey que se exhibía por las calle de su reino, y del que el único que atinó a decir que el rey estaba en pelota fue un niño que develó la realidad que todos los demás se empeñaban en ignorar, por congraciarse con el soberano: ¡el rey está desnudo! –dijo el niño–.
Todavía conservo el recuerdo de un charlatán que alguna vez hizo ‘un performance’ en el que aparecía en pelota, dentro de una ponchera en la que previamente había escurrido cincuenta docenas de huevos crudos. ¡No se imaginan las caras de un grupo de niños, al salir de su curso de arte en el momento en que el ‘artista’ de marras soltaba una carcajada sardónica, para llamar la atención de los presentes, sobre su desagradable figura! ¡Qué horror!
Cada quien –en un acto de honestidad con su conciencia– sabe que muchos de los adefesios que rotulan como ‘arte’ no son más que ‘mamaderas de gallo’ o el síntoma del advenimiento de una época de decadencia.
El arte es un concepto sublime. No la degradación a la que lo han querido llevar unos seudo artistas y peores entendidos, que no dudan en asignarle esa noble categoría a cuanto mamarracho ponen en un museo o en una galería montada para sacarle dinero a los nuevos coleccionistas, que lo son más por la capacidad de las extrañas fuentes de sus ingresos, que por la sensibilidad que alcanzan sus espíritus.
Para justificar los desaguisados –con el flujo inusitado de dinero de extraña procedencia– suelen aparecer ‘expertos’ que diseñan, construyen, decoran y venden sus ‘exquisitos gustos’ a los nuevos ricos que nos está dejando esta bonanza sin origen legal aparente en la que nos encontramos inmersos.
Los mismos que se hacen los de la vista gorda siempre y cuando el dinero ingrese a sus arcas, para luego rasgarse las vestiduras por el rumbo o el impulso que toman los acontecimientos. Acontecimientos a los que somos proclives, a pesar de tener un doloroso ejemplo reciente.
Es la práctica de la ley del ‘coma callado’, con la que una opulenta mujer, que cada noche llegaba cargada de joyas, viandas y billetes, silenciaba a su inope y resignado marido, cuando éste procuraba de ella una explicación.
¡Definitivamente, resultan marranos para todo!