14 de marzo de 2007

EL TRASLADO DEL AEROPUERTO MATECAÑA



CARTA A FERNANDO AGUDELO, PARA QUE LA LEA EL ALCALDE

Apreciado Fernando:

Leí con suma atención la columna en la que te refieres a la inconveniencia del traslado de la operación del aeropuerto Matecaña, a la ciudad de Cartago, y me extrañó sobremanera que cuando ya se está envolviendo el cadáver en su mortaja, para recibir el último ‘miserere’, surgen voces intentando evitar el depósito definitivo del cadáver que constituyó uno de los más valiosos activos públicos de nuestra ciudad. Activo que representa uno de los valores agregados que más ha contribuido a hacer de Pereira el epicentro de una actividad urbana que la ha convertido en el bastión principal del Eje Cafetero, para orgullo nuestro.

Tu bien sabes que hay quienes le hemos pedido al alcalde que no se nos lleve el aeropuerto, para que no se vaya a decir, después, que faltaron voces que se opusieran a su traslado. Aunque, siendo sinceros, nos han faltado los cojones suficientes para oponernos a ese abuso que se comete en ejercicio hermético y prepotente del poder, que caracteriza la rutina del alcalde. Claro que siendo sinceros, nuestras protestas han sido más lamentaciones lastimeras y constancia para la historia, que voces recias que recojan el clamor colectivo, orientadas a preservar las cosas que queremos. Recuerda, Fernando, que por mucho menos se perdió Troya.

Y eso no puede seguir siendo así indefinidamente. Con prescindencia de si la clase dirigente y empresarial, se ha dejado comprar, amedrentar o hipnotizar por las gratificaciones, las bravuconadas o los malabares de un establecimiento erigido para cobrar pequeñas venganzas y para purgar resentimientos sociales, los pereiranos somos de otra carnadura. De esa que ante la adversidad se crece y que frente al desafío se envalentona. Por eso no nos podemos resignar al destino que nos quieran imponer bajo la disciplina del cencerro y de la fusta.

La tragicomedia que vive la ciudad me hace recordar la escena -frecuente, para peor desgracia- de los toros que se amorcillan. De esos nobles ejemplares que los ganaderos se empeñan en criar con bravura y con temple, para ser lucidos en los ruedos a los que -con curiosidad morbosa- comparecen sin falta y sin recato los aficionados a las lidias. Nuestra dirigencia, con contadas excepciones, se amorcilló. Bueno... eso es un decir. Tu y yo sabemos que la mayoría se vendió. Se entregó a cambio de la dádiva, de la ayuda, del contrato, de la nómina..., para seguir comiendo callada, como en la anécdota tan socorrida de la mujer aquella, que para calmar las suspicacias del marido cornudo, lo cebaba al susurro del ‘coma callao’.

Para nadie es un secreto que si algo constituye un concepto de valor que Pereira les ofrece a los inversionistas, a los turistas y a sus moradores, es la ubicación del actual aeropuerto. Y, claro, tu lo has dicho, existen estudios técnicos serios, que concluyen que con unas adecuaciones -en todo caso menos costosas que las que deben realizarse sobre el aeropuerto de Cartago- se lograría la repotenciación de nuestro aeródromo, para que siguiera siendo ese importante complemento para el desarrollo de la región.

¿Acaso tú no crees que el cierre del aeropuerto de Pereira es el único argumento que hace falta para tener el de Palestina en operación? ...Es que eso de las distancias, el ministro de Hacienda caldense, una obra en proceso, el aval del presidente, en fin, son argumentos tentadores. ¿No será que algún día tendremos motivos para lamentarnos? Yo creo que sí. Pero cuando ese día llegue, los artífices del desastre estarán saboreando las mieles del poder que hoy les permite ser los determinadores de nuestra suerte futura... Ah…, bueno, y de sus réditos personales, y de sus curules, y de sus inversiones, y de las residencias palaciegas que por estos días se transan en la feria de las vanidades ... ¡Y que siga la jarana!

Los romanos acuñaron -hace milenios, ya- la celebre frase ‘todos los caminos conducen a Roma’, para significar que lo que hace importante la capital de un imperio es que esté bien integrada mediante una red de comunicaciones. Eso, en el mundo moderno se llama un aeropuerto. Cuando Pereira ya no sea una ciudad que cuente con un aeropuerto capaz de atender vuelos de todos los destinos nacionales y de algunos internacionales, pasará a vivir la suerte de otras que apenas se quedaron por fuera del plan vial, comenzaron a recorrer el camino inexorable hacia la ‘villorrización’ -válgame la expresión-, que hoy las tiene convertidas en unos pueblos miserables donde la gente nace bruta, se conserva ignorante y muere de vieja.

Piense usted lo que le puede ocurrir a Pereira cuando el tráfico automotor, tanto de carga como de pasajeros no tenga nada que ver con la ciudad, porque la Autopista del Café la convierta en un pueblo allende las variantes; cuando las empresas que hoy desarrollan sus asambleas consideren muy trasmano desplazar a su personal desde Cartago a un centro de convenciones en Pereira, para luego regresarlo a Cartago a tomar los vuelos que los coloquen nuevamente en sus ciudades, pudiendo tener centros de convenciones y hoteles en la Villa de Robledo, y piscinas, y lagos, y bella vegetación, y en fin, todo lo que constituirá el conjunto de servicios que complementará la oferta del ‘Santa Ana’. ¿Para qué van a volver a estos trancones?

Y, desde luego, sería muy interesante conocer los atractivos subyacentes a ese extraño interés por despojarnos de nuestro aeropuerto. Yo recuerdo cómo, un primer ministro de la égida soviética -cuando la cortina de hierro tambaleaba- hizo uso de información privilegiada para realizar operaciones especulativas privadas sobre inmuebles. La sola constatación de esa evidencia significó la caída del gobierno. Pero, bueno, es que la decencia es distinta según el hemisferio; y nosotros por allá no hemos llegado. Fernando: ¿acaso no crees que a Pereira le sobran causas y le faltan líderes?

Recibe las manifestaciones sinceras de mi afecto y el reconocimiento por esa labor quijotesca, y casi siempre solitaria, que permanentemente estás librando por la ciudad. Ah..., y una recomendación: no hables muy duro, porque algunos se pueden enfadar si los despiertas.

chisaza@yahoo.com
13 de marzo de 2007

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