2 de abril de 2008

ANTE LA INCERTIDUMBRE, UNIDAD Y SOLIDARIDAD


Colombia ha perdido tantas vidas humanas y ha derramado tanta sangre de víctimas inocentes en la perpetua lucha irregular que se libra en su territorio, que no se inmuta siquiera con el sonar de las trompetas del presidente Chávez, que convocan a la guerra. Y no es porque sea una tierra de cobardes, sino porque ha sufrido tanto los horrores de la guerra, que a lo único a lo que de verdad aspira, es a conquistar la paz duradera para las futuras generaciones.

No faltaba sino que con el cúmulo de trabajo que tenemos en el suelo patrio, para deshacernos de todas las lacras que nos limitan y nos agobian, fuéramos a distraer la atención y los recursos que necesitamos para superar la pobreza y el subdesarrollo, en una guerra entre hermanos, por cuenta de la paranoia de un déspota engreído, ávido de espectáculo para calmar la creciente inconformidad ciudadana y para encubrir las prácticas corruptas, que cada día se acentúan más en la cúpula del poder que lo rodea.

Por cuenta de una operación militar que ha llenado de júbilo al pueblo colombiano, hoy, y sin que se haya producido el más mínimo roce con Venezuela, Chávez no solo ha dado rienda suelta a su lengua viperina y a su jaculatoria envenenada y guerrerista, sino que además ha exteriorizado el dolor que le ha producido la ‘baja’ de uno de sus comandantes más queridos, el terrorista Raúl Reyes.

Solo quienes han padecido las atrocidades de la guerra saben lo valiosa que es la paz. Los colombianos conocemos en carne y en suelo propios los horrores del combate. Tanto, que de las generaciones que hoy conviven en el suelo patrio, ninguna conoce la plenitud de la tan anhelada paz.

La exhortación guerrerista de Chávez no deja de ser un ladrido a la luna y un rugido de fiera herida en su amor propio ante la ‘baja’ de su camarada guerrillero en la frontera con el Ecuador. Pero a eso ni el pueblo colombiano ni el venezolano le prestan la atención suficiente, porque en las almas y en los corazones de los habitantes de estas dos naciones se anidan centenarios sentimientos de hermandad, que superan las aspiraciones esquizofrénicas que surgen de los sueños febriles de los dictadores de pacotilla, salidos de las entrañas de las democracias tropicales.

El pueblo colombiano, que ha tenido que padecer los horrores de la guerra interna que le imponen sus malos hijos, también está dispuesto a defender la integridad de su patria con la ardentía y con el coraje de un pueblo de valientes, que no se arredra frente a las bravuconadas de nadie, porque es un pueblo que ama la paz pero que no rehúsa sus responsabilidades; y menos las que consisten en la defensa del la integridad y el honor patrio; pero eso será cuando haya una causa verdadera y no cuando lo decida la calentura de un loco obsesionado por jugar a la guerra.

Presidente Uribe, en esta hora de incertidumbre, el pueblo de Colombia, unido, no solo lo rodea en sus determinaciones, sino que además está dispuesto a ofrendar su vida por defender la integridad de la Patria, cuando ella se encuentre amenazada. De eso, que nadie albergue duda.

4 de Marzo de 2008

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