3 de septiembre de 2008

CON LA MISMA VARA CON LA QUE MIDAS...

De lo que ha pasado en Colombia últimamente, lo mejor ha sido, sin duda, la convocatoria del vicepresidente Santos a sus compañeros del alto gobierno, para deponer el ímpetu beligerante y para enarbolar las banderas de la concordia. Así como, de lo peor que registremos, es que el presidente -líder natural que es de la nación colombiana- la haya rehusado y que, en respuesta, haya dejado sentir que prefiere la confrontación a la paz propuesta. Y es que no se ve bien, bajo una misma ética, rehusar la invitación que hace su vicepresidente, cuando permanentemente les está echando un discurso a los alzados en armas, para que las depongan, acepten la mano tendida del gobierno y se reincorporen a la vida civil; porque quien no da ejemplo, no tiene derecho a corregir. Y tampoco está bien, bajo la misma ética, exhortar públicamente al senador Juan Fernando Cristo, para que le diga al país si llevó o no, dineros de dudosa procedencia, durante la campaña presidencial de 1994, bajo el apremio de que ‘él sabe por qué se lo digo’, cuando al mismo tiempo denuncia al periodista Daniel Coronell por no haber revelado, hace tres años, la supuesta comisión del delito de cohecho -del que tenía conocimiento-, por parte de la tristemente célebre exrepresentante a la Cámara Yidis Medina. Y es que, si Coronell sabía lo de Yidis y no lo dijo, eso está mal, así como, si el presidente Uribe sabía lo de Cristo y tampoco lo dijo, también lo está. Y ahí cabe preguntarse quién incurre en peor falta: si el que actuó de esa manera, como periodista, invocando la protección de su fuente, o quien sacó los trapos al sol, después de catorce años, por retaliación, así ambas conductas puedan ser reprochables. Y tampoco cuadra bien, bajo esa misma ética, que el presidente Uribe invoque que el liberalismo oficialista no tiene autoridad moral por las cosas del inmediato pasado, cuando él fue, durante toda su vida miembro muy importante de esa colectividad y -algo más- quizá el segundo o tercero en línea, del grupo político liderado por el también tristemente célebre e indigno expredidente Samper. Y tampoco suena bien, bajo la misma ética, que el presidente Uribe diga que el gobierno Gaviria se alió con los Pepes, en contra de Pablo Escobar. Y no suena bien en los labios de un presidente de la República porque, primero, esa afirmación correspondería a una declaración de él como funcionario público obligado a denunciarla oficialmente, como lo ha demandado del periodista Coronell, y segundo, porque hay mucha diferencia entre la supuesta colaboración de un grupo al margen de la ley, para actuar en contra del peor delincuente de la humanidad, en ese entonces, y la denuncia de la Corte Suprema de Justicia, en el sentido de que el gobierno está armando un complot con los ‘paracos’ pero, esta vez, para acabar con una de las instituciones más respetadas de nuestro establecimiento: la Corte Suprema de Justicia; porque aunque ambas suposiciones sean en extremo reprochables, algo hay de diferencia entre Saulo y Paulo. Lo mejor, definitivamente, es que se enarbolen las banderas de la paz que invocó el vicepresidente Santos, y que se atemperen los espíritus. Los enemigos de la nación no están en las direcciones de los partidos de oposición, ni en las Cortes, ni en los palacios oficiales. Ellos están felices en sus madrigueras, presenciando el circo montado por quienes tienen la obligación de conservar la calma y demostrar mesura.

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